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25 oct 2020

Setecientos noventa y nueve alumnos


Te conocí en la Unidad de Cuidados Intensivos. Nos separaban unos metros y una mampara. No te vi. Tampoco yo estaba en condiciones de incorporarme: miraba al techo y te escuchaba. Si no te importa, te voy a llamar Lucía.

Durante una semana estuve oyendo tus lamentaciones que, a modo de contrapunto, acompañaban la melodía inquietante de una orquesta formada por monitores cardiovasculares, medidores de oxígeno, drenajes, sondas pleurales y respiradores. De vez en cuando, en el estribillo de la noche, el goteo de un suero, marcaba el pulso.

Tu voz, Lucía, era firme y radiante. Me sorprendió, mostrabas una energía inusual a pesar de tu edad y de tu estado. En el tiempo en que estuve consciente, no recibiste visitas. Solo el dolor y tus súplicas, pidiendo medicación o algo que beber, resquebrajaban el tono afanado que mostraste en otras ocasiones. Quizás, simplemente, necesitabas acabar con tanta soledad. Te escuché cuando comentaste «no me queda nadie».

Lucía, me contaste que te habías jubilado hacía más de treinta años. Que habías sido maestra; «de las primeras de Educación Infantil», recalcaste. Que no quisiste jubilarte a los sesenta, aunque tenías suficientes cursos de servicio. Que apuraste hasta el final: más de cuarenta años en un aula, dijiste.

Yo hice un cálculo rápido: como mínimo, ochocientos niños y niñas aprendieron contigo.

Yo no te lo quise decir en ese momento, no me parecía lo más apropiado y tampoco soy de los valientes, —ya me empiezas a conocer—, pero aquella sinfonía olía a réquiem y sonaba a gladiolos y claveles. Uno aprende a descifrar los murmullos y miradas del personal sanitario. Y la letra de aquella canción ya estaba escrita y te la dedicaban a ti.

Desde que te dejé en aquel hospital, he querido dibujar tú rostro, Lucía. Te he imaginado en el aula, corriendo detrás de algún alumno y preguntándote al final de cada curso que qué habías hecho para merecerte tanto.

Nadie que no quiera merece morir sola. Y tú no querías. Así que deseo pensar que un chiquillo, de esos ochocientos, te acompañó hasta el último momento, tomando tu mano con decisión, pero sin ejercer ninguna presión, igual que hiciste tú, hace treinta y ocho años atrás, el día que él fue por primera vez al cole, llorando desconsoladamente.

Ya te habrás dado cuenta que aquí nos olvidamos pronto de las heroínas: las enterramos a aplausos. Así que tampoco te preocupes. Todo se andará.

¿Sabes por qué te llamo Lucía? Porque significa dos cosas: «luz» y también «la que nació con la primera luz del día». Ambas acepciones me parecen más que adecuadas, dadas las circunstancias que estamos viviendo. Tú has sido luz y sigues naciendo, con la primera luz del día, cada vez que Mapi, Érika, Alicia, Yazmina, Luli, Rosi, Juana, Mª Nieves, Ana, Verónica, Fátima, Laura, Arminda, Orbe, Mónica, Noelia, Raquel, Rosa Delia, Luz Marina, Inma, Sandra, Lourdes, Hau, Mª del Mar, Marifa, Mayte o Ana, abren la puerta de su aula y reciben con una sonrisa a setecientos noventa y nueve alumnos y alumnas.

Seguro que ellas, también como yo, creen que nadie que no quiera merece morir sola.

 


Imagen de cabecera por William Krause on Unsplash

 

20 oct 2020

Mariposas negras

Uno de los capítulos más desgarradores del imprescindible libro de Irene Vallejo, «El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo», es la narración de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo en 1992. Curiosamente, y según cuenta Enric Juliana en La Vanguardia (https://www.lavanguardia.com/politica/20140518/54408044118/hombre-incendio-biblioteca-sarajevo-enric-juliana.html), fue Nikola Koljevic, un profesor de universitario, especializado en la obra de Shakespeare, quién ordenó y dirigió el ataque.

De esa lectura surge este relato: «Mariposas negras». [Descargar archivo]

http://www.danielmartincastellano.com/wp-content/uploads/mariposas-negras.pdf

19 jul 2020

«El secreto de Julián»

En algún momento, siempre nos ocurren experiencias únicas en la vida. Se convierten en un aprendizaje y recuerdas lo que es verdaderamente importante, aquello imprescindible, aquello que es irrenunciable. Sientes cuántas personas te quieren y desean que tu vida siga siendo hermosa y que las fuerzas vuelvan para seguir regalando y dando lo que soy y lo que tengo.

Yo me siento eternamente agradecido y lo hago de la mejor manera que sé: regalándoles este cuento. La ilustración es de Dácil Velázquez, que ilustró perfectamente qué es lo debo seguir haciendo porque, esencialmente, forma parte de mi esencia.

Hace poco más de un mes pude grabarlo, pero ahora pueden descargarlo y compartirlo y volverlo a regalar o leerlo con tu hijo o con tu hija, o con o al alumnado o disfrutarlo en silencio…, lo que quieran.

DESCARGAR EL ARCHIVO: «EL SECRETO DE JULIÁN»

Escuchar la narración:

Un abrazo de cuentos.

10 ago 2019

Carta 1 a JCL: ¡Glamour!

¡Coño Jose Carlos!:

Lo conseguiste.

Mira:

  • https://www.canarias7.es/sucesos/fallece-un-indigente-en-un-banco-de-leon-y-castillo-YD7731067
  • https://www.canarias7.es/sucesos/jose-carlos-murio-en-soledad-en-un-banco-nadie-deberia-morir-asi-IY7735479
  • https://www.laprovincia.es/las-palmas/2019/08/07/mala-vida-jose-carlos-lujan/1199648.html
  • https://www.laprovincia.es/blogs/azul-atlantico/y-lujan-se-murio-en-la-calle.html

Has sido noticia. Dicen que nadie debería de morir en la calle. Yo que creía que lo importante era vivir, pero parece que estaba equivocado. 

Pero lo has logrado: ¡Felicidades! Te has convertido en un «influencer» por unos días. No te lo termines creyendo, en horas todos se habrán olvidado de nuevo de ti. Volveremos a acelerar el paso cuando nos crucemos contigo o a mirar el móvil vacío, como disimulando, o agacharemos la cabeza. Así que no te prives demasiado. 

¿Sabes? En las aceras en donde viviste, no se quedan las huellas cuando caminas. No es necesario esperar a la marea para que desaparezcan. Así que tranquilo. Tú a lo tuyo. A tu ron. A tus conversaciones y discursos al aire. A tus cartones. A tu mirada perdida, tanto como la mía. Que nada queda. 

Es una pena que te hayas muerto. Ahora te van a peatonalizar tu casa. ¡Con todo el hollín que tragaste! ¡Hubieras estado en la gloria! Y con alfombra roja y todo. Como una estrella de cine o de fútbol, que viven como tu, pero con glamour. Yo creo, y te lo decía, que eso fue lo que te faltó, José Carlos: glamour y una cuenta en instagram. Y vida resuelta. 

Hablando de todo un poco. ¿Qué tal? ¿Cómo se vive por ahí? ¿Es verdad eso que cuentan? Tampoco hace falta que me lo expliques. Tu espérame, pero no insistas en contármelo. Por cierto, yo no suelo rezarle a lo muertos cuando no lo hice en vida, pero contigo, joder, voy a hacer una excepción. Espero que no te importe. 

Como sé que eres un curioso, te vez en cuando te mandaré una carta, así sigues al día de todo lo que ocurre por El Barrio y tu puedes ocuparte de otras cosas o de no hacer nada, que también tiene su mérito. Estar muerto y ocioso al mismo tiempo no debe de ser fácil.

Y por favor, José Carlos, cuídate. Que aquí te dejaste ir un poco.

PD: ¿Esos zapatos son tuyos? Los encontré por tu banco. 

10 mar 2018

Isla.

Ayer comencé esta nueva sección donde intento aunar narración y fotografía. También algo de música y video creación. Es una manera de obligarse y de valentía: un ejercicio necesario si quiero seguir escribiendo.

Podrás acceder a través del menú superior Fotografía y +
o a través de la dirección http://www.isla.danielmartincastellano.com/wp/

Espero que te guste…