Se cuenta que para los egipcios era un honor que sus hijos fuesen devorados por un cocodrilo; no olvidemos que los espartanos arrojaban por un acantilado a aquellos niños que veían débiles o se les presumía enfermizos. Durante siglos, los castigos físicos fueron considerados como necesarios y los pequeños eran utilizados como moneda de cambio y los menores desfavorecidos pasaban a ser propiedad de algún burgués desde que mostraban una cierta autonomía. Aunque creemos que hay ciertos conceptos que ya están superados, todavía hoy, algunos consideran que los hijos de otros tienen menos derechos que los propios, por eso les arrojan bombas, los esclavizan o se venden y prostituyen a las niñas.
En nuestro mundo, al que calificamos con el eufemismo de civilizado o primer mundo, consentimos otros tipos de maltratos. Save the Children nos recuerda que la tasa de riesgo de exclusión social y pobreza de la infancia en el Estado español se sitúa en el 28,3 %, más de 2,2 millones de niños —los mismos habitantes que el Archipiélago Canario—. Aldeas Infantiles eleva la cifra al 33 %. Para entendernos, uno de cada tres niños en España está en riesgo. Significa que uno de cada tres niños están mal alimentados o pasan frío por las noches o lo tendrán más difícil para acabar la formación que les hará acceder al mercado laboral o son maltratados y abandonados física o emocionalmente.
Hay decisiones que se toman desde las instituciones que denigran a la infancia y que agrandan las diferencias entre los que han nacido en una familia con una renta por debajo de la media y otra que se puede permitir algunos lujos; un tipo de violencia contra la infancia oscura y sibilina, porque normaliza circunstancias que determinan la vida de miles de niños, de los adultos que serán y, por lo tanto, de todos nosotros. Determinaciones que provocan situaciones que dejan a los menores más desfavorecidos con menos oportunidades; como por ejemplo el abandono de la Educación Infantil de 0 a 3 años, las listas de espera en la sanidad pública en la psiquiatría o psicología infantil, las dificultades de acceso a la oferta cultural o la permanencia en instalaciones educativas deficientes.
Los cocodrilos se siguen comiendo a los niños.
(Artículo publicado en La Provincia)
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