4 jul 2024

Los cocodrilos y la infancia


Se cuenta que para los egipcios era un honor que sus hijos fuesen devorados por un cocodrilo; no olvidemos que los espartanos arrojaban por un acantilado a aquellos niños que veían débiles o se les presumía enfermizos. Durante siglos, los castigos físicos fueron considerados como necesarios y los pequeños eran utilizados como moneda de cambio y los menores desfavorecidos pasaban a ser propiedad de algún burgués desde que mostraban una cierta autonomía. Aunque creemos que hay ciertos conceptos que ya están superados, todavía hoy, algunos consideran que los hijos de otros tienen menos derechos que los propios, por eso les arrojan bombas, los esclavizan o se venden y prostituyen a las niñas.

En nuestro mundo, al que calificamos con el eufemismo de civilizado o primer mundo, consentimos otros tipos de maltratos. Save the Children nos recuerda que la tasa de riesgo de exclusión social y pobreza de la infancia en el Estado español se sitúa en el 28,3 %, más de 2,2 millones de niños —los mismos habitantes que el Archipiélago Canario—. Aldeas Infantiles eleva la cifra al 33 %. Para entendernos, uno de cada tres niños en España está en riesgo. Significa que uno de cada tres niños están mal alimentados o pasan frío por las noches o lo tendrán más difícil para acabar la formación que les hará acceder al mercado laboral o son maltratados y abandonados física o emocionalmente.

Hay decisiones que se toman desde las instituciones que denigran a la infancia y que agrandan las diferencias entre los que han nacido en una familia con una renta por debajo de la media y otra que se puede permitir algunos lujos; un tipo de violencia contra la infancia oscura y sibilina, porque normaliza circunstancias que determinan la vida de miles de niños, de los adultos que serán y, por lo tanto, de todos nosotros. Determinaciones que provocan situaciones que dejan a los menores más desfavorecidos con menos oportunidades; como por ejemplo el abandono de la Educación Infantil de 0 a 3 años, las listas de espera en la sanidad pública en la psiquiatría o psicología infantil, las dificultades de acceso a la oferta cultural o la permanencia en instalaciones educativas deficientes.

Los cocodrilos se siguen comiendo a los niños.

(Artículo publicado en La Provincia)

El frasco de las hormigas

 


«No puedo recordar todo lo que Frank tenía peleando en el frasco ese día, pero puedo recordar otras peleas de insectos que organizamos más tarde: un escarabajo ciervo contra cien hormigas rojas, un ciempiés contra tres arañas, hormigas rojas contra hormigas negras. No pelearán a menos que sigas sacudiendo el frasco. Y eso es lo que estaba haciendo Frank, sacudiendo, sacudiendo el frasco». Kurt Vonnegut (1963), Cuna de gato.

He escuchado, en más de una ocasión, hablar del alumnado como ciudadanos del futuro. Creo que es un error mayúsculo. Los chinijos no son seres anónimos, ajenos a las circunstancias sociales y políticas. Se sorprenderían de las opiniones que muchos sostienen sobre los acontecimientos que suceden. Y la información que reciben a través de los dispositivos móviles y la televisión, les hace construir su visión particular del mundo, sesgada como la nuestra, pero con la que construyen juicios y emiten sentencias, como hacemos muchos.

El otro día, por ejemplo, le preguntaba a un grupo de alumnos cuántas guerras había en este momento. La gran mayoría se apresuraron a decir dos. Unos pocos dijeron que unas tres o cuatro. Y uno, tímidamente, apuntó que podían ser hasta cinco los conflictos armados. Repetí la pregunta en varias aulas y la respuesta fue prácticamente la misma. La exposición de los niños y niñas a la información, les llega a hacer creer que no hay más mundo ni más dolor ni sufrimiento que el que ven. (Existen más de cincuenta conflictos armados, son cerca de cuarenta los países afectados y millones de personas víctimas de la violencia).

La presidenta del Congreso advertía, ante el comportamiento de un grupo de diputados cuando Feijóo estaba pronunciando su discurso de investidura en la que no logró los votos necesarios para ser presidente del Gobierno, que no iba a permitir que el parlamento se convirtiera en «un patio de colegio». Y pienso que la señora Francina Armengol se equivoca, que debería posibilitar que el hemiciclo fuese un recreo constante: ya me gustaría que los diputados y representantes públicos elegidos en las urnas y que cobran de nuestros impuestos, se respetaran y relacionaran como hacen los niños y niñas en los patios de los colegios.

Pero los chiquillos ven y escuchan a los políticos mentir, insultarse, faltarse el respeto, romper continuamente las normas básicas del diálogo. Ven y escuchan cómo se banalizan palabras o expresiones como «asesino», «dictadura», «terroristas», «hijo de puta», «secuestro», «guerra», «violencia».

No deberíamos de extrañarnos si, con tanto sacudir el frasco, acabemos los maestros advirtiendo a nuestro alumnado que no vamos a permitir que se comporten como si fuesen unos diputados cualesquiera.

(Publicado en La Provincia)

La salud mental del docente

 

Metodio Alcántara, «El escondido», es un personaje que me inquieta y me atrapa. Aparece en la novela de Víctor Ramírez, «Nos dejaron el muerto». Vive oculto detrás de un armario. El miedo lo atenaza y no confía en los que le rodean ni en sus palabras ni en sus gestos. Y «se acurrucaba encogidito más aún, allí tras el armario, como un feto».

Yo no sé quién se ocupa de la salud metal de los profesionales de la educación reglada. No sé, tampoco, quién debería hacerlo. Tengo mis sospechas, como cualquiera de ustedes, pero me sorprende que nunca nadie se haya preocupado de este tema de manera decidida, abierta y con valentía.

Un psicólogo me comentaba, precisamente hace unos días, la cantidad de docentes que reclaman sus servicios. Y no es de extrañar sabiendo la responsabilidad y las exigencias sociales que soportamos los maestros; las inquietudes que sostenemos y los vaivenes de nuestro trabajo —con idas y venidas de normas y leyes—, sin un liderazgo definido y con responsables que no escuchan a los que, día a día, tienen como objetivo que el alumnado descubra sus potencialidades, para su propio beneficio y de la comunidad en la que viven.

Grandes profesionales terminan actuando como Metodio Alcántara: esconden su trabajo y viven en el aula acurrucados y encogiditos. Y pienso que no podemos permitirnos ese lujo, ni el alumnado tampoco.

Cuidemos a los que cuidan del desarrollo personal, físico, emocional y social de los niños y jóvenes; sin duda, conforman el bien más preciado de Canarias.

Mogán cuento a cuento

 



Mogán. Cuento a cuento, es una obra literaria con ocho relatos ambientados en diversos espacios naturales y patrimoniales de Mogán, que busca concientizar a los estudiantes sobre la importancia de su entorno y pretende trasmitir los valores de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria a los escolares moganeros.

Los relatos están escritos por los escritores Juan Carlos Saavedra Guadalupe y Daniel Martín Castellano. Ilustrado por Guillermo Saavedra.

El libro dispone, además, de un código QR, que permite escuchar los cuentos narrados por sus autores, Daniel Martín Castellano y Juan Carlos Saavedra Guadalupe. Con el código QR es posible también acceder a una gran cantidad de recursos para trabajar los contenidos desarrollados en los centros educativos.

Acceso a los recursos:

https://bilenio.com/moganbiosferarecursos/


El libro consta de un total de 8 cuentos y que estos suceden en distintas épocas, pasando por la presencia de los aborígenes canarios en el Yacimiento de Cañada de Los Gatos, los ataques piráticos en Arguineguín o las actuales Fiestas Patronales de San Antonio de Padua y el Belén Viviente de Veneguera.