Siempre comienzo mis visitas de autor dando las gracias tres veces.
- La primera por invitarme a su centro para compartir sus lecturas conmigo.
- Otra, por leerme y, de alguna manera, despojarme de la propiedad de mis historias.
- Y una tercera por acogerme y recibirme, como si tuviera algo interesante que contar.
He tenido la oportunidad de recorrer muchos centros como autor; de vivir de primera mano la experiencia que se siente de compartir la ilusión de un libro; el encuentro del hacedor de la historia que emocionó, del relato que sembró dudas, con el lector. Personalmente creo que es un momento importante, o por lo menos yo lo considero así, y de mucha responsabilidad.
No es un simple encuentro en donde se «entrevista» a un escritor. Si se queda sólo en eso, hemos minimizado las posibilidades de convertir ese momento en un espacio para el desarrollo de la crítica literaria, que es un ejercicio digno, que desarrolla el pensamiento crítico y ayuda al alumnado a construir su propia escala de valores; en definitiva, le ayuda a decidir y elegir con criterios, para que no crea que todo vale, que todo es bueno y que está obligado a consumir cualquier cosa.
Además de dar las gracias a los centros que me han invitado durante estos cursos pasados, me he propuesto reflexionar y escribir sobre qué significa y cómo podemos hacer de las visitas de autor un momento de aprendizaje y de desarrollo de las competencias claves en educación, sin que pierda la magia y la ilusión.
El escritor es para el lector un héroe, porque le ha dado la posibilidad de convertirse en protagonista de su propia historia. Y eso sólo ocurre cuando nos enamoramos.